Volver a Mali es una
muerte segura, pero quedarme aquí es morir lentamente». Ese es el futuro
que Mamadou M. cree tener por delante: muerte en su país natal, que
está prácticamente inmerso en una guerra civil después de que el
ejército diera un golpe de Estado en marzo, y muerte en un país que
desde África se ve «como el paraíso», pero en el que le están diciendo
que ni siquiera merece que un médico le atienda si está enfermo en las
mismas circunstancias que al resto porque él no aporta nada a nuestra
Seguridad Social. «Este Gobierno me considera escoria», sentencia en una
de las impolutas salas de la casa de acogida San Vicente de Paúl, que
regentan las Hermanas de la Caridad y en la que vive desde hace poco más
de medio año.
Para hablar de uno mismo del modo en el que lo hace Mamadou hay que
haber llevado una vida como la suya. Salió de Mali con 26 años, cruzó
Mauritania y se subió a una patera para recalar, como otros cientos de
africanos que todavía ven a Europa como el maná, en las Las Palmas en
2009. Como un primo suyo vivía en Almería, se marchó allí para trabajar
en un cortijo y después de dos años de supervivencia «explotado como un
esclavo» en los invernaderos decidió seguir los consejos de una
trabajadora de Cáritas de Burgos conocida de su familia y mudarse.
«Estar aquí ha sido un alivio de corazón», asegura este maliense, que
ahora tiene 29 años, y dedica la mayor parte del día a estudiar. En
Almería buscó tiempo para sacarse la ESO y ahora cursa un grado medio de
Formación Profesional en Electricidad. «Estoy entre los tres primeros
de clase», afirma sonriente.
Así pues, Mamadou M. es un estudiante ejemplar con un nivel de
castellano más que bueno, pero también es uno de esos más de 2.000
indocumentados que, según datos de Burgos Acoge, residen en la provincia
y que en septiembre ya no tendrán tarjeta sanitaria para ir al médico
como los demás españoles, coticen o no.
La ministra de Sanidad, Ana Mato, declaró esta semana que a los
extranjeros sin papeles que tengan VIH o cáncer se les seguirá
atendiendo con normalidad y numerosos colectivos médicos han afirmado
que harán primar la ética sobre la norma y seguirán atendiendo a los
extranjeros sin tarjeta como hasta ahora, pero a Mamadou no se le escapa
el estigma que supone la decisión del Gobierno de retirarles la tarjeta
sanitaria. Sin trabajo, sin papeles y ahora también sin asistencia
sanitaria. «Para mí es una matanza, porque la asistencia sanitaria es un
derecho universal que nadie nos puede usurpar. No tenemos trabajo, no
tenemos nada aquí y yo creo que ese recorte de derechos imprescindibles
no va a sacar a España de la crisis», afirma.
El protagonista de este relato no tiene ninguna enfermedad crónica y,
por lo tanto, quiere dar otro punto de vista a la situación porque él no
es de los que pasa los días en las salas de espera y pasillos de
ambulatorios y hospitales españoles. Asegura que en los seis meses que
lleva en Burgos nunca ha ido al médico, dice que no conoce a quien le
han asignado, y explica que en Almería tuvo que hacerlo una vez a causa
de un problema digestivo. «Escucho en la radio que los inmigrantes vamos
mucho al médico, pero yo veo que no son solamente los
inmigrantes: también hay mucha gente mayor. En el cortijo éramos una
comunidad de unos 20 africanos y solo dos fuimos al médico», asevera. A
pesar de todo, se pregunta qué va a hacer si se pone malo o si tiene un
problema a partir de septiembre. «Si lo necesito, ¿qué voy a hacer?
Recurrir a los amigos españoles para que me ayuden. No tengo otra
alternativa».
Mientras tanto, sigue yendo a clase a diario, espera con ilusión el
período de prácticas en una empresa y sigue atento a la radio para estar
al día de las novedades que el equipo de Mariano Rajoy va desvelando
poco a poco. «Este Gobierno quiere echarnos. La situación en Mali es muy
mala, pero volveré, porque allí tampoco tengo futuro pero está mi
familia y los echo de menos», zanja.
A pesar de que parece bastante decidido a tomar esta decisión en cuanto
termine el ciclo de FP, en junio intentará conseguir los papeles de
nuevo. Es consciente de que volverán a solicitarle un trabajo que no
tiene, unos requisitos que no cumple y el papeleo concluirá con la
denegación de los documentos, pero quien ha vivido tanto como Mamadou M.
antes de cumplir 30 años, está claro que no se rinde tan fácilmente.
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